lunes, 19 de marzo de 2012

¿Y qué pasa con la educación?

No se si en España somos del todo conscientes del problema económico y social al que nos enfrentamos. La realidad de nuestro país es totalmente desalentadora. El número de desempleados supera ampliamente las 5 millones de personas, nos encontramos sumidos en un profundo agujero económico que se materializará con una honda recesión que aún está por llegar (técnicamente hablando), con un modelo productivo totalmente desfasado que centró todos sus recursos en alimentar hasta la saciedad a un sector inmobiliario estéril, que no ha sabido desarrollar mantener un tejido industrial moderno y competitivo capaz de adaptarse a los nuevos tiempos, a los contínuos retos que la compleja realidad económica ha venido planteando. Nuestro potencial es enorme, sin embargo actualmente nos permitimos incluso "el lujo" de exportar capital humano (con el coste presente y futuro que ello conlleva). Por si no fuera suficiente, somos, además, un país importador neto de tecnología que unido a una exagerada dependencia energética -a pesar de tener un gran potencial en energías renovables-, nos hace ser excesivamente vulnerables a cualquier shock proveniente del exterior.

Aunque nos cueste aceptarlo, esta es la realidad de España. Nuestro deber es asumirla y tratar de abordar cada uno de nuestros problemas de una forma activa, seria y decidida, con una perspectiva de largo plazo que venga a sustituir al cortoplacismo que parece predominar en la mentalidad de la clase política. No digo con esto que no sea necesario actuar a corto plazo, no. Medidas encaminadas a desatascar el sistema financiero o mejorar el mercado de trabajo son absolutamente necesarias, pero no suficientes. Hace falta una profunda reforma estructural, desde la base, que cambie por completo los cimientos de nuestra economía, que nos permita un desarrollo no sólo económico sino un desarrollo como sociedad, como país.

A estas alturas puede que el lector se pregunte el porqué del título del post. La respuesta es muy sencilla: la Educación es la pieza fundamental, el punto de partida, la médula espinal de nuestra sociedad y es precisamente por la Educación por donde hemos de empezar. Un sistema educativo fuerte, adecuado a los tiempos, sostenible, competitivo, capaz de crear mentes críticas, emprendedoras, ambiciosas e idealistas, es la base de toda sociedad y de toda economía que aspire a ser parte activa de un sistema capitalista cada vez más exigente. Si conseguimos reinventar nuestro sistema educativo desde las bases, desde la educación infantil hasta la Universidad, aumentando los niveles de exigencia, alimentando el espíritu crítico de los alumnos, mejorando sus conocimientos en todas las materias, desde las matemáticas y la física hasta la lengua o la filosofía, reformulando los sistemas pedagógicos anticuados y fomentando el esfuerzo personal, entonces, y sólo entonces, estaremos en condiciones de avanzar hacia una economía y una sociedad desarrolladas y sin complejos, capaz de competir en igualdad de condiciones con cualquier país del mundo.

Estamos, sin embargo, muy lejos de estos objetivos. Una tasa de abandono escolar temprano de las más altas de Europa, unos más que decepcionantes resultados en el informe Pisa (aquí) o una tasa de idoneidad a los 15 años del 60% (media de los últimos 10 años), sorprendentemente baja en relación al resto de Europa, son algunos de los rasgos que lamentablemente caracterizan a nuestra educación. Algo estamos haciendo mal.

No alcanzo a entender por qué, a pesar de lo urgente del asunto, nos hemos dedicado a perder el tiempo -y lo seguimos perdiendo- con sucesivas reformas educativas totalmente inútiles e improvisadas que, lejos de responder a necesidades reales, respondían indudablemente a otra clase de intereses. Sucesivas reformas que no han hecho sino empeorar la calidad del sistema. Nunca se ha actuado sobre la raíz del problema, haciendo un análisis riguroso y en profundidad que fuera capaz de identificar las carencias y defectos de nuestro sistema educativo. Existen en Europa numerosos ejemplos de cómo hacer bien las cosas en esta materia que deberían valernos de inspiración, en nuestro camino hacia una nueva educación. Finlandia, Noruega o Suecia presentan algunos de los mejores resultados educativos no sólo a escala europea, sino a escala internacional, ¿Por qué no seguir las directrices de estos países?¿Por qué no tomarlos como ejemplo?.

Abordar nuestros problemas educativos es condición sine qua non para salir de ésta. Si no se le da prioridad a la educación, posiblemente España pierda una oportunidad de oro -otra más- para subirse al tren de los nuevos tiempos. Tiempos que requieren de una economía moderna y competitiva, una economía avanzada basada en sólidos cimientos que permitan volver a la senda del crecimiento real. El tiempo corre en nuestra contra, no lo desaprovechemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario